Con el voto dividido de los jueces del Tribunal Oral Federal de Tucumán, una mujer oriunda de la provincia, que estaba acusada de explotación laboral por mandar a nueve menores de edad a trabajar todos los días a una plazoleta para limpiar vidrios de los autos, vender distintos artículos y pedir dinero, fue absuelta. Los jueces Carlos Jiménez Montilla y Abelardo Basbús entendieron que en este caso no hubo explotación porque aunque la acusada se quedaba con el mayor porcentaje del dinero recaudado, vivía en las mismas condiciones de vulnerabilidad que los menores. “Compartía su casa con los niños y adolescentes, comía y dormía con ellos, en idéntico contexto de privación de necesidades básicas, con los mismos déficits de higiene y salubridad”, detallaron los magistrados en el fallo que redactaron a mediados de junio. En esa misma línea, los jueces del TOF sostuvieron que en este caso no hubo de trata de personas con fines de explotación laboral porque se trata de un caso de “vulnerabilidad cruzada que afectaba tanto a los menores, como también a los acusados”.
Los relatos de los nueve menores de edad, cinco de ellos hijos de la acusada, también fueron claves para que el tribunal llegue a este fallo. Uno de ellos contó en la justicia que trabajaba en la plazoleta Mitre con uno de los hijos de P.A.Z. (iniciales de la acusada) que le ofreció ir a vivir a su casa, lo que aceptó porque su mamá y una amiga de ella -que vivían juntas- lo mandaban a pedir a la calle y cuando no volvía con por lo menos $ 50 lo encerraban y no le daban de comer. Con él también se fue a vivir su hermano. De acuerdo a los expedientes a los que accedió Infobae, la justicia destacó que ambos eran víctimas de violencia sexual por parte de la madre y su amiga.
Todos los menores coincidieron al declarar en cámara gesell que P.A.Z. les dijo que iban a seguir trabajando en la calle. Y así lo hacían de lunes a sábado durante 10 horas. Relataron también que parte del dinero se lo daban a ella y el restante se lo quedaban. En este contexto, uno de ellos contó que los domingos era el día que tenían libre, pero si querían podían ir a trabajar y el total de la plata era para ellos.
Disidencia
El tercer juez del tribunal, Enrique Lillljedahl, tuvo otro criterio y entendió que la acusada sí cometió explotación laboral sobre tres de los menores que no eran sus hijos. Para el magistrado hubo “captación por interpósita persona, a través de sus hijos, y no queda ninguna duda del acogimiento por parte de la imputada”. “Las víctimas fueron efectivamente alojadas en su casa y si los admitió dentro de su ámbito hogareño no fue para protegerlos de su infausta vida familiar y de calle sino para, aprovechándose del duro contexto de sus víctimas, someterlos a largas jornadas de ‘trabajo’ en la calle y cuyo provecho económico era casi exclusivo de ella”, describió. Para Lillljedahl, la mujer les daba una casa para que tengan un lugar “donde retornar luego de las largas jornadas, generándoles la falsa idea de contención, por la cual las víctimas se sentían agradecidas”.